domingo, 28 de septiembre de 2008

La Tumba de la Emancipación

Así se acaba la Antología Póstuma de Filosofía Panecástica publicada en 1841 por los hijos de Joseph Jacotot, Víctor el médico y Fortuné el abogado. El Fundador había muerto el 7 de agosto de 1840. Sobre su tumba, en el cementerio de Père-Lachaise, los discípulos hicieron inscribir el credo de la emancipación intelectual: Creo que Dios creó el alma humana capaz de instruirse sola y sin maestro. Obviamente, esas cosas no se escriben, ni siquiera sobre el mármol de una tumba. Algunos meses más tarde, la inscripción fue profanada.

La noticia de la profanación apareció en el Diario de la Emancipación Intelectual del que Fortuné y Víctor Jacotot habían retomado la llama. Pero no se substituye la voz de un solitario, aunque se haya sostenido su pluma durante varios lustros. De número en número, se ve cómo crecen en el Diario los informes que el Señor Devaureix, reconocido procurador judicial en el tribunal de Lyon, hacía de la actividad del Instituto del Verbo encarnado que el Señor Louis Guillard, nos acordamos de él, dirigía en Lyon según los principios que él mismo aprendió de su viaje a Lovaina: la enseñanza debía fundarse sobre el Conócete a ti mismo. Así, el examen de conciencia cotidiano practicado por las jóvenes almas del internado le daba la fuerza moral que coronaba el éxito de sus aprendizajes intelectuales.

Los panecásticos puros y duros se resintieron, en el número de septiembre de 1842, a esta curiosa aplicación de la doctrina emancipadora. Pero ya no era tiempo de debatir. Dos meses después, el Diario de la Emancipación Intelectual entraba a su vez en el silencio.

El Fundador ya lo había predicho: la enseñanza universal no crecerá. Sin embargo, había añadido: es verdad, pero no morirá.